Hay amores que no sólo no se difuminan, sino que crecen con el tiempo. Y con la ausencia.
Así, el mío hacia Pepe Talavera.
Hoy, 4 de julio, es su cumpleaños. Porque Pepe está vivo. En el amor y en la memoria.
Todas las noches entraba en mi despacho, después de una agotadora jornada de trabajo, resoplando y deslizando su mano por la frente: "Jefa, no he parado y no he hecho 'ná'", con ese deje manchego de La Roda que siempre le acompañó.
Cuando llegué como directora editorial a El País-Aguilar, a comienzos de 1991, Pepe ya estaba allí. "Pensé que me ibas a echar. Como era del anterior equipo...". Y siempre le respondía: "Pero, ¿cómo te iba a echar, si tú sabes de edición mucho más que yo? Y eres una excelente persona". Lo cual era absolutamente cierto.
Talavera, como editor ejecutivo y Rafa Badia, como editor gráfico, fueron mi apoyo, mi descanso, mis piedras angulares en esa intensa etapa.
Guardo como oro en paño la nota de despedida que Pepe dejó sobre mi mesa, el 9 de junio de 1994, tras firmar el finiquito. Uno de los mayores regalos de mi vida profesional, "hoy que ya no eres mi jefa": "Lo único que siento es no haber sido más amigos, pero eso es porque eres un poco 'carrocilla' y por tantos hijos como tienes...".
Murió pocos meses después. Tenía 36 años.
Badia se fue ese mismo verano de 1994 a vivir a Barcelona.
Y ya nada volvió a ser igual.
María Ángeles Sánchez
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