viernes, 6 de abril de 2012

La bajada del ángel de Tudela

Este año, por primera vez, será una niña. En la plaza de los Fueros de Tudela (Navarra) se celebra el domingo día 23 una fiesta colorista que pone fin a la Semana Santa. Y el día antes, la quema del Volatín.

El domingo de Resurrección (este año, el 23 de marzo), desde bien temprano, la plaza de los Fueros de Tudela (Navarra) se va llenando de gentes apretadas y expectantes. El quiosco de la música se convierte en privilegiada atalaya, aunque cualquier lugar es bueno para disfrutar del esperado momento, aquel en que un angelito retira el velo de luto de la Virgen.

En la fachada de la Casa del Reloj se ha instalado un teatral templete, del que sale una gruesa maroma tensada de lado a lado de la plaza. Son apenas las nueve de la mañana (aunque la fiesta ha empezado a las 7.45 con el desfile de alabarderos por las calles de la ciudad) y todo el mundo dirige su mirada hacia el nacimiento de la maroma, con una algodonosa nube de la que pende un angelito entunicado, emplumadas alas a la espalda y ornada la cabeza con una corona. Lleva en la mano un pequeño estandarte.

Así, desde la altura, se va deslizando mientras la banda de música de Tudela interpreta la Marcha Real, hasta que queda situado justo encima de la Virgen. Entonces, en un instante envuelto en emocionado silencio, libera a la Madre del luto y comienza a aletear con brío, moviendo brazos y piernas, en medio de un estruendoso aplauso y el vuelo de palomas.

Antes ha anunciado solemnemente: "Alégrate, María, porque tu Hijo ha resucitado". Procedente de una antigua función religiosa de la que existen datos desde 1663, en la ceremonia de este domingo de Resurrección, por primera vez, el ángel es ángela: se llama Amaya García y tiene ocho años.

La víspera por la mañana (a las diez), y desde comienzos de los sesenta del pasado siglo en que la Orden del Volatín llevó a cabo su recuperación, en esa misma Casa del Reloj se quema el Volatín, muñeco de madera articulado (cada año se disfraza de una forma diferente) que arde en un vertiginoso giro sobre sí mismo, culminando con la explosión del petardo en forma de puro que porta en su boca. Cuando se produce el estallido, se lanzan balones, globos y chucherías para los niños. Y a las doce se bautiza a un cabezudo.

Publicado en El Viajero de El País el 15 de marzo de 2008.