VIERNES SANTO. TORO (ZAMORA), 1982
Al amanecer de Viernes Santo, la cofradía de Jesús y Ánimas de la Campanilla saca sus pasos, con magníficas tallas de madera policromada.
Las calles -desiertas a esas horas, abarrotadas cuando llega el mediodía- dejan sentir el discurrir severo de los penitentes.
Es una procesión sencilla y escueta, austera y, a la vez, luminosa.
El silencio y la sobriedad se interrumpen al llegar a la monumental colegiata, que recibe ya los rayos de sol sobre su dorada piedra.
En sus proximidades, nazarenos y costaleros reponen fuerzas en torno al típico bacalao al ajoarriero.
Por la noche, en la procesión de Jesús muerto, el Cristo yacente pone imagen y rostro al momento más dramático de la Pasión, en una magna procesión organizada por la cofradía de Santo Sepulcro.
María Ángeles Sánchez
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