miércoles, 2 de febrero de 2022

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LAS PURIFICÁS. MONROY (CÁCERES). 1993.

Las purificás son cuatro jóvenes elegidas por la mayordoma, que interpretan sus cánticos en el interior de la parroquia de Santa Catalina, acompañadas por los sones de la pandereta que toca una de ellas. 

Visten un hermoso traje tradicional, se adornan con aderezos de plata y oro y cubren airosamente su cabeza con un pañuelo. Las oferentes, igualmente ataviadas, portan enormes roscas de piñonate.

En el ofertorio, las purificás irrumpen en el templo, interpretando a lo largo del pasillo coplas alusivas. Dos de ellas llevan cestillos con sendas palomas que son, lo mismo que las roscas, ofrecidas durante la celebración.

En la Candelaria se rememora la presentación de la Virgen María en el templo cuarenta días después del parto, según la ley judía.

Si alguien duda de la elegancia de las fiestas tradicionales españolas, que se acerque a Monroy.

Los gestos, el atuendo, el desarrollo de los actos e incluso la apariencia física de las protagonistas constituyen la prueba evidente de que el sustrato anónimo de decenas de generaciones conforman, con más frecuencia de lo que algunos quieren reconocer, el digno hilo conductor que impregna y enaltece a menudo la cultura popular.

María Ángeles Sánchez

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