lunes, 14 de febrero de 2022

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GUIRRIOS Y MADAMAS. LLAMAS DE LA RIBERA (LEÓN). 1992

Este carnaval se perdió en la posguerra, volvió a mediados de los ochenta, tuvo un duro paréntesis marcado por la muerte de uno de los componentes de la cuadrilla de jóvenes que había protagonizado su recuperación -fue un mazazo y los ánimos estaban muy apagados- y regresó definitivamente en 1992. Yo tuve el privilegio de acompañarles, junto a mi amigo César Justel, en este regreso.

En el espíritu de la vuelta estaba el homenaje a Toño el Rubio y el esfuerzo por legar a sus hijos la antiquísima tradición.

Los guirrios y las madamas conforman el signo de identidad de Llamas de la Ribera.

Son especialmente interesantes los primeros, con camisas y calzones de lino blanco, faja negra, albarcas de piel de vaca; cinturón de cuero, con unas pequeñas esquilas y unas espectaculares máscaras de más de un metro de altura, rematadas con cuatro abanicos de papel de seda multicolores, que se abren y cierran acompasadamente, siguiendo sus movimientos.

En la mano llevan tenazas de madera, vejigas de cerdo y rabos de cordero, con los que juegan incansablemente con todos los presentes.

Tanto es el cariño que siento por esta celebración que su imagen figura en la cubierta de mi libro _Fiestas con Encanto_, publicado por El País-Aguilar en 2005.

María Ángeles Sánchez

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