jueves, 3 de febrero de 2022

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ENDIABLADA. ALMONACID DEL MARQUESADO (CUENCA). 1980 


Siempre me he preguntado qué hondo sentimiento expresa este viejo diablo de Almonacid en su rostro transfigurado.


Han pasado 42 años desde que tomé esta fotografía, en un 1980 donde las fiestas tenían un vigor especial (al menos, así lo sentía yo) y todo parecía posible en esta España nuestra.


Los diablos invaden las calles de Almonacid del Marquesado, el 2 de febrero en honor a la Candelaria y el 3 para festejar a San Blas, llenando el aire con el estruendo de sus cencerros, atados a la espalda.


Son varones de todas las edades, aunque predominan los hombre maduros: los hay que apenas han aprendido a andar y también quienes, por los años, encuentran cada vez más dificultades en hacerlo.


Pero ahí están, vestidos de vivísimos colores, dando carreras y saltos, cambiando el gorro de flores (la Candelaria) por la mitra (que recuerda a San Blas, obispo de Sebaste).


Y cumpliendo minuciosamente un rito centenario, que alcanza el punto culminante cuando los diablos, en el interior de la iglesia, interpretan su frenética y estruendosa danza.


Por la noche, restablecida la calma, el diablo Mayor, o jefe de la Endiablada, les da las gracias por el sacrificio realizado y les anima a seguir siendo fieles devotos del santo patrón.


María Ángeles Sánchez

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