lunes, 14 de marzo de 2022

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13 DE MARZO DE 2020.


"No se te ocurra volver a Madrid. Esto es la zona cero. Haz una compra grande de víveres y enciérrate en tu casa. Va para largo".


Mi oncólogo, al otro lado del teléfono, lo tenía muy claro.


Al día siguiente, 14 de marzo de 2020, el Gobierno decretó el Estado de Alarma. Lo demás es historia conocida.


Yo, por azares de la vida, me vi recluida en un apartamento de playa, al lado de un Mediterráneo inmediato pero inalcanzable desde mi terraza y a 448 kilómetros de mi hogar.


En mi haber, la ropa que había llevado en una pequeña maleta para lo que se suponía una breve estancia en Elche, un móvil, una agenda y un aparato de radio que me prestó mi hermano, más un pequeño televisor que había en el desnudo apartamento. 


Además de bolsas de periódicos para recortar (para variar) y unas tijeras.


Por delante tenía lo que se convertiría en 58 días sin pisar la calle, auxiliada (para mi fortuna) por la generosidad de mi amiga de colegio, María José Picó, quien también pasó el confinamiento en Santa Pola y que se convirtió, junto a mi otra amiga Enriqueta Sanmartín, en mi único nexo de unión con el mundo exterior. 


Historias personales, comunes y compartidas, cuya dimensión no sé si somos aún capaces de evaluar.


María Ángeles Sánchez


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#pandemia #confinamiento #marzo2020