sábado, 18 de febrero de 2023

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LOS JURRUS. CARNAVAL DE ALIJA DEL INFANTADO (LEÓN), 1998.


Siento debilidad por esta imagen. Me produce una infinita ternura.


Hace muchos, muchos años (en los primerísimos noventa del pasado siglo), mi amigo y maestro en fotografía, mirada y tantas otras cosas, Rafa Badia, me hizo una observación: “¿Te das cuentas de todas las veces que te pones en cuclillas para hacer fotos?”.


No me había dado cuenta. Pero él, claro, tenía toda la razón.


Fotografiar niños en las fiestas es una de mis debilidades. Y ponerme a su altura, mi manera natural de hacerlo.


Podría contar muchas cosas de los jurrus de Alija del Infantado, que el sábado se enseñorean de una localidad llana y espaciosa, en un Carnaval que me encantó desde que lo conocí, en 1998.


Sus máscaras son horrendas y algunas, de madera, tienen más de un siglo. Van vestidos de blanco, llevan cencerros y portan en las manos delgadas varas y, en ocasiones, enormes tenazas de madera, de cuyo efecto más vale escapar, sobre todo las jóvenes.


Junto a ellos, medio pueblo disfrazado espontáneamente, con lo primero que encuentra a mano, participa de la fiesta.


Pero lo que me importa es ese jurru que se pone en cuclillas para departir, en una conversación absorbente y concentrada, fuera del mundo, con su pequeño amigo el oso.


María Ángeles Sánchez

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