CARNAVAL. BADAJOZ, 1993.
Habría mucho que hablar sobre las recuperaciones festivas, sobre su sentido, sobre el papel de algunos poderes públicos a la hora de instrumentalizar las fiestas.
Pero no es el momento ni el lugar.
Ahora, sólo quiero hablar de la alegría que trasmite (a mí, al menos, me la transmite) esta imagen. Y de la alegría y espontaneidad de un Carnaval, el de Badajoz, recuperado en 1978, como tantos otros Carnavales que habían desaparecido con la prohibición dictada en 1937, en plena Guerra Civil.
Hubo en sus comienzos, es verdad, un gran empeño por parte del Ayuntamiento. Pero hubo (y hay) sobre todo, un enorme entusiasmo de los pacenses, que toman las calles y participan en masa con disfraces en los que prima la imaginación sobre el valor material.
Y eso es lo que de verdad importa.
María Ángeles Sánchez
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