COLETTE, UNA MUJER LIBRE.
Se puso el mundo por montera. Y acabó teniendo un funeral de Estado (era "caballero" de la Legión de Honor, máxima distinción de la República) y la negativa de la Iglesia a oficiar cualquier ceremonia de despedida.
Colette (nacida Sidonie-Gabrielle Colette, el 28 de enero de 1873: hoy es su cumpleaños) era el prototipo de la mujer francesa, sensual y liberada.
Para llegar a esto útimo sufrió una larga travesía, en la que entre 1900 y 1903 escribió la autobiográfica serie "Claudine", que su entonces marido, Henry Gauthier-Villars, no tuvo el menor empacho en firmar con el nombre literario de él: Willy.
Avatares amorosos aparte, a los que se entregó con pasión y que nunca ocultó (para gran escándalo de la buena sociedad), Colette alcanzó el punto culminante de su fama con "Gigi", publicada en 1944.
Anita Loos, autora de la celebérrima "Los caballeros las prefieren rubias", realizó la adaptación teatral (vertida al castellano por Victoria Ocampo en la mítica editorial argentina Sur), protagonizada por Audrey Hepburn. Al cine la llevó en 1958 Vincente Minnelli, con Leslie Caron como Gigí.
Al buscar en mi biblioteca los libros de Colette, que tenía bien localizados (es una de mis autoras favoritas), me he encontrado con la fantástica recopilación de artículos (vivos, después de más de un siglo) "Cuentos de las mil y una mañanas".
En el interior de la contracubierta yo había escrito en 1973, entre otras cosas: "Colette tuvo una vida agitada y novelesca, llena de aventuras y de actitudes audaces. Habló de todo: del amor, del desdén, del orgullo, de la soledad de los demás, de las obras de los demás y, sobre todo, de ella misma. La impresión más profunda que produce cualquiera de sus obras es la de veracidad. El espíritu de Colette oscila entre su hedonismo y su profundo sentido del deber".
Suscribo plenamente lo que escribí entonces.
Cincuenta años después.
María Ángeles Sánchez
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