lunes, 14 de noviembre de 2022

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EL PATATÚ. SAN BENITO. OBEJO (CÓRDOBA), 1992.


En esta impresionante mudanza del baile del Patatú, en las fiestas de San Benito de Obejo (Córdoba), se inspiró (o, al menos, tiene mucha similitud) una de las coreografías del genial Antonio Gades, para quien las raíces eran muy importantes.


Gades había nacido en Elda (Alicante), en plena Guerra Civil. Hijo único de un albañil republicano y una trabajadora del calzado.


Su verdadero nombre es Antonio Esteve Rodenas. Gades se lo puso su descubridora y maestra, la mítica bailarina Pilar López, hermana de la no menos mítica Argentinita.


El baile vino a él, que había intentado antes ser ciclista, novillero y boxeador.


Cualquier cosa con tal de salir de la miseria.


A los 11 años tuvo que dejar la escuela y entrar como botones en el estudio del fotógrafo Gyenes. Luego pasó al de Campúa: dos nombres para la historia de la fotografía. Él mismo fue, con el tiempo, un gran aficionado.


Antonio Gades era la seducción en persona. Arriba del escenario y fuera de él. Tenía una mirada profunda y melancólica, difícil de olvidar.


Cordial, pero austero. Serio y elegante. Sin la menor floritura. Como su baile.


Al menos así lo percibí yo, cuando le entrevisté, en 1973, para la agencia Efe.


Tuve suerte, porque no era muy dado a los encuentros con periodistas. Y él, que había triunfado ya en los escenarios de todo el mundo, tuvo la generosidad de pasar por alto mi extrema bisoñez: apenas 21 años y aún estudiante de Periodismo.


Me dijo: "No me planteo problemas metafísicos en mis montajes. Soy intuitivo". Y: "lucho contra el 'vedettismo', porque me parece absurdo".


No decía una palabra en vano.


Tal vez la bailarina cubana Alicia Alonso acertó con la mejor definición: "No era un hombre perfecto, pero era un hombre ejemplar".


Antonio Gades nació el 14 de noviembre de 1936.


Hoy es su cumpleaños.


María Ángeles Sánchez

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