miércoles, 9 de noviembre de 2022

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CECILIA. 9 DE NOVIEMBRE.


Salté como un resorte en cuanto terminó su actuación.


Mi amiga Merche González-Frías, compañera de la Escuela de Periodismo que estaba en ese momento conmigo, todavía lo recuerda: "Nunca me olvidaré de que tú dijiste que esa chica iba a llegar muy lejos".


Ese día de octubre de 1971, en el madrileño teatro Monumental, descubrimos también a Jorge Cafrune, que se presentaba por primera vez en España. Pero esa es otra historia.


Para Cecilia era la primera actuación de esas características, fuera del circuito de los colegios mayores y similares.


Apareció sobre el escenario con su timidez, su melena lacia, su guitarra, su inconfundible voz y sus dulces y demoledoras canciones.


Lo tuve clarísimo. Me fui a su camerino y ahí hilamos una entrevista (yo, con 19 años y en Segundo de Periodismo; ella, con sus 23 recién cumplidos y una incipiente carrera de cantautora) que se publicó en Gaceta Universitaria, donde colaboraba.


Una entrevista a la que faltaba (problemas de espacio) esta entradilla contextualizadora: "Imaginaos un lugar que quiere ser elegante. Imaginaos un grupo de gente encopetada, de modales distinguidos, que asiste impasible, complaciente, a un largo espectáculo. Imaginaos a una mujer alta, delgada, con una larga melena sobre los hombros, que se sienta abrazada a su guitarra y con voz indefinible canta: "Dama, dama / de alta cuna / y de baja cama / esposa de su señor / amante de un vividor".


Y una postdata que revela mi bisoñez: "¿Sabes? Al final no funcionó el magnetófono".


Han pasado más de cincuenta años. Cecilia, por desgracia, hace mucho que ya no está con nosotros: murió en 1976 en un accidente automovilístico.


Pero yo (y conmigo, infinidad de personas) no dejo de tararear sus míticas canciones.


"Quién, cada 9 de noviembre, como siempre sin tarjeta...".


María Ángeles Sánchez

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